Accidente de tráfico

El número de muertos por accidentes de tráfico se ha disparado este verano. El carnet por puntos no parece suficiente amenaza como para que los conductores respeten las normas de circulación y se comporten conscientemente sabiendo que circulan al volante de un coche que mal utilizado es una arma letal.

La propia palabra accidente parece quitarle peso; como si fuera algo casual, imprevisible, inevitable; cuyo origen está fuera del alcance de nuestras manos, como si se tratara de un designio de la naturaleza. Pero la realidad es bien distinta, la mayoría de las muertes en la carretera son de todo menos accidentales.

La permisividad social ante esa sangría en el asfalto tiene que ver posiblemente con que miles de conductores son en cierto modo cómplices; al menos cada vez que circulan por encima de un límite de velocidad, se saltan un semáforo o no detienen el coche en un Stop. La gran fiesta de la doble moral tiene en la carretera millones de seguidores. Parecemos tristemente dispuestos a ofrecer ese sacrificio a cambio de ahorrar veinte minutos en recorrer la distancia que separa nuestra casa de nuestro lugar de vacaciones.

Las instituciones también deberían poner ciertos límites a los contenidos publicitarios, por el hecho de que algunos de ellos son especialmente nocivos. Lo pienso cada vez que veo un spot en el que intentan vender un vehículo con el discurso de su potencia e incluso a veces en la edición de los anuncios aceleran las imágenes y los coches parecen ir más rápido que lo permitido. Ese es un mal ejemplo.

Hasta cuando creen que van a morir más gente por culpa de la incompetencia de los asesinos del volante, cuesta creer que cada día que enciendo la televisión y veo el noticiero siempre me doy con la sorpresa de ver solo gente muerta por accidente de tráfico y cuesta más creer que la gente que muere son niños que ni siquiera saben lo que es la vida de esta vida.